sábado, 29 de mayo de 2010

Viviendo con Fuerza (part. 4)


Le gustaba sentir el viento golpeando su cuerpo, suavemente, mientras cogía velocidad, le hacía sentirse vivo, libre. Le gustaba pasearse en moto por las calles de Madrid, yendo de una dirección a otra a entregar las cartas.


Gracias a lo aprendido en el servicio militar, donde había formado parte del grupo de mecánicos, había podido encontrar trabajo en correos. Por la mañana se dedicaba a repartir cartas urgentes y a arreglar las motos de sus compañeros, se había convertido en un fuera de serie con las dos tiempos en general y con las Vespas en particular, esto había hecho que encontrara también trabajo por las tardes, reparando motos en una tienda de compra/venta de motocicletas.

Después, terminada su larga jornada laboral, iba a casa de Isi, su hermana, que estaba impartiendo clases en un colegio del barrio del Pilar, para que le ayudara a sacarse el graduado escolar y más tarde, por fin, llegaba a su casa. Una pensión en casa de Lola, a la que todos los inquilinos llamaban Tata, debido al gran trato y afecto que la mujer ofrecía a estos.

Lola repartía cariño sin igual a todos sus inquilinos, como la madre que nunca pudo ser debido a una infección en los ovarios cuando era muy joven.

Manolo saboreaba el puré que La Tata había cocinado esa noche, mientras, contaba a Paula, que no había tardado en reunirse con él en Madrid, las anecdotas del día de trabajo, las cartas que había repartido a personajes ilustres y como se había caido con la moto cuesta abajo cuando un perro (el mejor amigo del hombre y el peor enemigo del cartero) le había cerrado el paso. Entre risas se acerco a ella, la abrazó por la espalda, la besó la mejilla y puso sus dos manos en su vientre, suspiró hondo: - "Dos mesecitos, Paula" "dos meses para ver a nuestra hija" susurro a su oido mientras la cara de ambos se iluminaba.

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