miércoles, 21 de julio de 2010

Celos Naturales


Llegó mi pequeña de León, un fin de semana que pudimos disfrutar de su compañía en este julio abrasador, para luego, más tarde, volverse a ir un par de semanas más con los abuelos a aquellas tierras y a la espera de que lleguen nuestras vacaciones para poder disfrutar toda la familia junta.
A mi pequeñaja se la puede ver enseguida que disfruta hablando y sintiendose escuchada, igualmente le gusta escuchar por lo que es una gran conversadora.
Según llego nos conto una historia extraordinaria que les quiso regalar la naturaleza de la noche leonesa. Contó como estaba con su abuelo en el patio de casa, jugando a “nosequé”, cuando oyeron un fuerte golpe encima de sus cabezas para, de inmediato, ver como una joven e inexperta lechuza blanca se estrellaba contra el suelo, a sus pies. Reconocía mi pequeña como en ese momento se asustó un poco, incluso llegó a pegar un brinco que la levantó de la silla de madera en la que estaba sentada. Pasado el susto, el abuelo y ella, recogieron a la aturdida lechuza del suelo. – Pobrecita – decía mientras la acariciaba la cabeza.
Estuvieron durante un rato acariciándola y animándola, tocando su precioso plumaje blanco y haciéndola fotos para poder retratar el momento. Más tarde, el abuelo la cogió del pecho, suave, y la lanzó al aire con la suficiente fuerza para que el animal pudiera agitar sus alas y volar, ya reestablecida del golpe.
Mi niña contaba la historia ilusionada, sintiendose orgullosa del final, de haber podido ayudar a la lechuza. Hablaba de sus grandes ojos amarillos y de como venció el miedo inicial para, de la forma que solo lo sabe hacer un niño, disfrutar de la experiencia.
Yo, mientras, la escuchaba igual de orgulloso. Con una mezcla de ilusión contagiada y celos… Si, celos.
Me gustó mucho la experiencia vivida, como mi niña había aprendido de una forma totalmente improvisada a respetar a la naturaleza, a querer ayudar a la lechuza a levantar el vuelo en lugar de querer quedarse con su belleza para siempre, quizás enjaulada… Sentí celos por no haber podido disfrutar a su lado de la aventura que me contaba, de no salir en esas fotos, de no haber estado durante este aprendizaje que recordará, seguro, durante toda su vida.

3 comentarios:

  1. Bueno, pero tú disfrutaste igualmente con el relato de tu hija. Mal que nos pese, nos perdemos siempre cosas.

    Bonita historia.

    Impacientes Saludos.

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  2. Hermosas palabras, querido Angux, que hablan, como casi siempre, del gran misterio de la vida y del sempiterno enigma del amor.

    Acabo de saber que tenías un nuevo blog.
    Podías habermne avisado, compañero, máxime teniendo en cuenta que soy escritor y que iba a disfrutar, como estoy disfrutando, de tu diario intransferible, de tu bitácora más profunda.

    Un abrazo.

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  3. Bonita historia, si señor, de tan sencilla cala hondo.
    Un saludo.

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